Jerarca
El Jerarca de Shamballa es llamado el Señor del Mundo, cabeza de la Jerarquía Espiritual para nuestro planeta. Este puesto fue ocupado por Sanat Kumara hasta 1953. Actualmente lo ocupa el Señor Gautama.
Ubicación
En los planos etéricos, sobre el Desierto de Gobi, Mongolia.
Historia del Retiro
A los grandes Señores de Amor de Venus se les avisó que su planeta hermano, la Tierra (llamada la Estrella Oscura o el Planeta Sombrío) no podía irradiar la Luz suficiente para asegurarse por cuenta propia un sitio permanente en el sistema solar.
Cuando un planeta ha excedido el tiempo asignado para crecimiento y expansión, y se le encuentra sin un poder auto-generado y auto-sostenido de radiación para el bien, debe ser descartado, y devueltos sus elementos componentes a Lo Amorfo para ser re-polarizados y re-moldeados en una forma más productiva.
En vez de esperar que la Tierra fuera disuelta - dejando así a los millones de almas que estaban evolucionando allí, sin un hogar planetario en el cual trabajar hacia su propia Maestría - el Concejo de Venus se ofreció de voluntario a enviar algunos de sus miembros para llevar y sostener la Luz en la Tierra, hasta que se pudiera educar a suficiente gente de dicho planeta en la Enseñanza de la Llama, y se les pudiera enseñar cómo regular su propia Llama de Vida para que emitieran una Luz constante y sostenida.
La Luz así cultivada en los corazones de los hombres sería, entonces, la "Luz del Mundo", y los grandes visitantes de Venus, habiendo cumplido con Su misión, podrían retornar con Amor - con el mismo Amor que vinieron - a Su Estrella Celestial.
Al ser siempre los mayores los sirvientes de los menores, el mismísimo Señor Cósmico - Sanat Kumara - y tres de Sus Hijos, se ofrecieron para dirigir el grupo de misioneros. Los grandes Kumaras, con treinta voluntarios leales, se prepararon para su descenso a la atmósfera del planeta Tierra, sabiendo muy bien que deberían permanecer allí hasta que la cantidad suficiente de hijos de la Tierra hubieran despertado a la necesidad de la hora, y del Fíat Cósmico de que la Tierra debía emitir más Luz. Luego, estos hijos de la Tierra deberían entrar a los siglos de entrenamiento, auto-control y disciplina requeridos para convertirse en Señores de la Llama de sus propios corazones, y a través de esa Llama, liberar a los grandes Kumaras de Su Servicio de Amor y Luz.
Así, los treinta alumnos de los Kumaras le dijeron adiós a sus familias, a sus hogares y a su planeta. Cada uno fue atado a la rueda de la encarnación, de la experiencia terrena y de la muerte por tanto tiempo como la Tierra necesitara del préstamo de la Luz de Ellos; y ninguno sería liberado hasta que llegara el momento es que la propia Luz de la Tierra fuera suficiente para cumplir con la exigencia de la Ley Cósmica.
La primera tarea de los treinta amorosos seres fue la de preparar un sitio para la llegada de Su Señor. Cuando cada alma hubo sido envuelta por los "lazos del olvido" del magnetismo de la Tierra, y entrado al nacimiento, únicamente su amor ardiente quedaba para iluminarles el camino. No obstante, en aquellos primeros días, antes de que el viaje agotador hubiera opacado el brillo del Fuego Espiritual - a cada uno se le permitió recordar su propósito lo suficiente para encontrarse con sus hermanos peregrinos y unirse en la preparación del hogar para Sanat Kumara en la atmósfera de la Tierra.
El Desierto de Gobi era en aquel entonces un mar interno de color azul zafiro. En el centro de dicho mar se encontraba una bella isla, la cual fue escogida para ubicar allí la Ciudad del Puente - así denominada debido al bello puente de mármol que había sido construido para comunicar la isla con tierra firme, sobre el cual quienes calificaran podrían entrar a los sagrados recintos de la Ciudad. Durante novecientos largos años, esos espíritus voluntarios laboraron para extraer el diseño y patrón de esta Ciudad de Luz desde sus propios cuerpos etéricos, de la Ciudad del Sol en Venus. Rápidamente pasaban de un cuerpo físico a otro, sin descanso espiritual de un reposo celestial, a fin de mantener ininterrumpido el ritmo de construcción. Hordas de salvajes a menudo descendían sobre ellos y diezmaban sus filas. Impertérritos, volvían a regresar en cuerpos nuevos y continuaban con su servicio de Amor.
Finalmente se completó la bella Shamballa, con sus gloriosos templos y el bello puente que habría de ser la maravilla de la Tierra durante los siglos venideros. Así, cuando llegó el momento cósmico de la visitación y Sanat Kumara se paró en la atmósfera superior de la Tierra, rodeado por su corte de Ángeles y Maestros, los constructores de la Ciudad Blanca agradecidamente se arrodillaron ante Su Presencia, serena en el conocimiento de que el magnífico templo estaba listo para Su Santidad.
Sanat Kumara, con los demás Kumaras, descendió con gracia y dignidad. La Inmortal Llama Triple entonces estalló sobre el altar del templo, comenzando así el largo servicio del Señor del Mundo para mantener con vida la Luz Espiritual en los corazones de la humanidad.
Debido a que Sanat Kumara y los Kumaras habían ofrecido a la Ley Cósmica Sus propias auras de Luz para hacerle frente a los requerimientos de la Ley de que la Tierra contribuyera algo de Luz al sistema solar - o, de lo contrario, ser disuelta -, se hizo inmediatamente evidente que era menester instaurar algún medio de entrenamiento para enseñarle a la humanidad cómo expandir su propia chispa de Divinidad; y, con el correr del tiempo, convertirse en Señores de la Llama e iluminar su planeta sin la ayuda de otras estrellas.
A fin de prepararse para este día, Sanat Kumara y Su Concejo en Shamballa establecieron una gran Orden Espiritual de Seres Divinos - conocida como la Gran Hermandad Blanca, cuyos deberes y servicio era interesar, enseñar, guiar y proteger a los hijos de la Tierra; y, eventualmente, atraerlos a la Hermandad y dejarlos asumir los cargos y responsabilidades originalmente ocupados por los seres voluntarios que vinieron desde mundos más evolucionados.
Mediante Su propio gran Amor y radiación, esta Hermandad comenzó a despertar la Luz Espiritual en las almas de algunos pocos miembros de la raza. Estos egos comenzaron a estremecerse del sueño de su alma, y a responder a la Presencia y Llama de Amor de Sanat Kumara. Fue así como nació la Gran Hermandad Blanca.
Servicio/actividad del Retiro
Este Templo es hogar del Señor del Mundo, cabeza de la Jerarquía Espiritual del planeta Tierra, y autoridad suprema para la evolución de todos sus pueblos - encarnados y desencarnados en la actualidad.
En enero de cada año, la primera actividad de la Gran Hermandad Blanca consiste en abrir las puertas de Su conciencia a las indicaciones de los Padres-Dioses de este sistema de mundos. Todos se reúnen alrededor del Señor Gautama, al tiempo que Él eleva Su conciencia hacia la Guardiana Silenciosa de este sistema, invocando el descenso del pensamiento-forma que encarnará esa Voluntad durante el próximo ciclo de doce meses.
Cuando la primera campanada del Nuevo Año descarga la esencia vital de vida primigenia a través de la Inmortal Llama Triple centrada en los corazones de todas las inteligencias auto-conscientes, la Gran Hermandad Blanca consagra y dedica esta vida a la realización del Plan Divino. La Guardiana Silenciosa, quien ha recibido en Su conciencia un pensamiento-forma que encarna las indicaciones para la evolución espiritual de la raza, hace descender esa forma dentro de la conciencia elevada del Señor Gautama. Él, a su vez, a través de Sus propios centros desarrollados de pensamiento y sentimientos, reviste la ígnea esencia de dicha forma en los electrones de la esfera en la que mora en la actualidad, bajando así la acción vibratoria de la forma de manera que sea visiblemente exteriorizada y comprensible a todos los miembros de la Gran Hermandad Blanca allí reunidos.
El pensamiento-forma exteriorizado por el Señor Gautama encarna en sí el patrón que cada miembro de la Hermandad podrá utilizar como guía para la dirección de Su propia energía vital durante el ciclo de doce meses. Cada cual está decidido a utilizar este Patrón para llevar Su propio servicio particular al MÁS ALTO desarrollo posible.
Una vez que el Señor Gautama y Su corte espiritual han recibido el Pensamiento-forma para el año, diseñará entonces el progreso de la Gran Hermandad Blanca a través de los doce Retiros, escogidos debido a que su momentum particular ofrecerá la mejor nutrición espiritual posible a los miembros de la Hermandad en sus esfuerzos por exteriorizar el Plan Divino.
El Pensamiento-forma determinará cuáles esfuerzos cooperativos específicos ocuparán las energías combinadas de ángeles, Maestros, Devas y elementales en un año. Los Retiros que pueden amplificar los regalos requeridos, poderes, momentums y talentos de la Hermandad se convierten en los anfitriones escogidos de esta procesión espiritual, la cual culmina con el retorno de todos los Miembros a Shamballa, cada uno con la cosecha de Su propio logro a medida de que el ciclo se acerca a su final, alrededor del 15 de noviembre.
Llama sostenida en el Retiro
Asiento de la Inmortal Llama Triple planetaria.
Hermandad
La Gran Hermandad Blanca.
Cómo cooperar
Al llegar a su final el ciclo de doce meses de cada año, el Señor del Mundo abre las puertas de Shamballa a todos los Espíritus de Dios que estén sirviendo a la Gran Hermandad Blanca en el mundo de la humanidad. Del 15 de noviembre hasta el 15 de diciembre en cada año, los miembros de la Hermandad regresan a Shamballa con la cosecha de Su esencia de vida consagrada, procediendo a colocar dicha cosecha en el altar frente al Señor del Mundo, como regalo de Su servicio en el viñedo espiritual. De esta forma, cada Maestro, ángel, hombre y elemental coloca dentro de la Inmortal Llama Triple de Vida que destella sobre el altar la cosecha de su año de esfuerzo. Los seres no-ascendidos también tienen la oportunidad de presentar la cosecha individual de sus logros durante el año, si así lo desean. Así, la más pequeña contribución añade al tamaño, cualidad y poder de esta Llama.
Descripción del Retiro
Brillando con la Luz Celestial del más puro Amor de Dios, sobre las arenas del Desierto de Gobi, pulsa la Ciudad Santa de Shamballa con sus cúpulas doradas y espirales, emitiendo una Luz de otros ámbitos, más brillante aún que la de nuestro Sol. El ojo interno puede ver claramente Su aureola de brillantes colores, la cual, cual Arcoiris Cósmico, tiñe la atmósfera alta por muchos kilómetros en toda dirección, mezclándose la intensidad de los colores con el azul del cielo en la periferia de su órbita circular.
Al acercarse a la ciudad, el neófito sobre pies silenciosos y protegidos por sandalias siente la presencia de Amor que lo envuelve como un manto, y su sentimiento de gratitud se convierte en el poder impulsador que lleva hacia adelante a su humilde corazón, disfrutando con anticipación el júbilo que permea la gran esfera de influencia de Shamballa.
Cuando los ojos espirituales se acostumbran a la intensidad de la Luz Interna, y la aureola protectora de colores ya no oculta de los peregrinos el corazón de la Ciudad Santa, tenemos el privilegio de contemplar la ciudad etérica de Shamballa, trono del Señor del Mundo; y la vemos tal cual estaba manifiesta en la sustancia física del mundo tridimensional hace incontables centurias.
Un profundo mar azul de puro fuego rodea la ciudad, y la única manera de llegar a ella es un puente de mármol bellamente esculpido que se extiende de un lado a otro de este mar de zafiro, conectando su extremo opuesto la "Ciudad Puente" con la etérica "tierra firme". La ciudad entera con sus blancos minaretes apuntando hacia el cielo, y sus templos de doradas cúpulas, dan la impresión de un gigantesco loto blanco de fuego suspendido en la atmósfera.
Puede verse a muchos peregrinos rumbo a la ciudad, concentrados en sus distintas misiones. De cuando en cuando, aparecen bellos seres que vienen de la ciudad. Las auras de estos Mensajeros Celestiales es radiante más allá de toda descripción. Se nos dice que llevan consigo a los sitios más recónditos del planeta, la Radiación y Bendiciones Espirituales desde esta Ciudad Dorada del Sol.
Al ver el interés que manifestamos, nuestro Maestro guía espera pacientemente, y con un gesto indica que está listo para escoltarnos al Templo del Señor del Mundo. Al poner nuestros pies sobre el puente, la poderosa radiación del mar de fuego azul abajo se hace tan intensa que sólo nos es posible proseguir ejerciendo un esfuerzo supremo de voluntad. El Maestro nos informa que precisamente nuestra habilidad para controlar esta energía constituye nuestro "pasaporte" a la Presencia.
El Amor por el Señor del Mundo llena nuestros corazones, y perdiendo todo pensamiento de sí en esta callada adoración, nos encontramos desplazándonos a lo largo de una bella avenida delineada por árboles, cuya isla central está salpicada de fuentes de colores de arcoiris. Directamente frente a nosotros están los templos centrales, el hogar sagrado del Señor del Mundo.
Este templo se yergue sobre una alta elevación, al cual se llega por escalones de mármol, cuyo ascenso es interrumpido por terrazas de hierba cada doce escalones. Sobre estas terrazas, bellas y variopintas fuentes de agua clara como el cristal vierten su música. Flores de alegres colores bordean los lados, y la paz y belleza de todo el escenario emite una radiación que constituye para el visitante una probada anticipada del paraíso.
Las constantes idas y venidas de los visitantes son testigos silentes de la actividad que tiene lugar en el corazón de este Templo de Amor, y estamos felices de reconocer entre los visitantes e invitados que parten, muchos de los queridos Maestros a quienes hemos llegado a conocer y a amar. Finalmente, llegamos ante la gran puerta del Templo, la cual es de una tremenda altura y su trabajo de filigrana dorada refleja la Luz del Sol Espiritual como un gigantesco espejo.
A un lado de la bella puerta hay un jarrón dorado, y al acercarse cada visitante, se encuentra con que un ramo de sus flores favoritas aparecen allí, por algún tipo de magia celestial. Nosotros no somos la excepción a esta amable regla; y deleitados y felices, cada quien adornado con sus capullos favoritos, entramos al gran salón. Aquí, sobre una mesa ornamental, hay un enorme tazón dorado que contiene un elíxir celestial, del cual se le da a cada visitante en una copa de cristal. Cada uno acepta gustosamente esta muestra de hospitalidad Divina y, sintiéndose refrescados y fortalecidos por ello, esperamos con expectativa gozosa la audiencia con nuestro Rey.
Pronto se abren las grandes puertas de la cámara de audiencia, y seguimos a nuestro Maestro dentro de la Presencia. Con ojos mirando hacia abajo entramos y comparecemos, finalmente, debajo del trono. La presencia de Amor permea cada átomo de nuestro ser; el confort de Su Paz nos envuelve, y elevamos nuestros ojos para contemplarlo. Helo allí sentado, sonriente, amable, gentil, la encarnación de todo lo que algún día nos tocará ser.
Sin pronunciar palabra, absorbemos la Gracias de su Gran Presencia, y se nos hace saber que para eso vino Él al mundo; que nosotros, al contemplar Su Divinidad, tenemos la posibilidad de hacernos como Él y manifestar la Voluntad del Padre que creó a todos Sus hijos con Amor, de acuerdo con el Patrón Divino Uno.
Extasiados y llenos de Amor, contemplamos al Señor Gautama, y sentimos como Su radiación nos penetra y transforma. Nuestro corazón se desborda de Agradecimiento y Amor hacia Sanat Kumara, anterior Señor del Mundo, por Su inmenso Servicio de Amor a nuestro planeta, y hacia toda la Jerarquía Espiritual por darnos la oportunidad de SER y de Servir junto a Dios.
Diario de “El Puente a la Libertad”, El Morya I.
gratitud infinita!!! casi sin palabras ...ante tanta belleza y amor infinito...que la LUZ DIVINA ,pueda iluminar nuetros corazones y guiarnos para el mayor bien de todos!!!! gracias ...gracias...
ResponderEliminarQue maravilla! Gracias.
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